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viernes, 25 de enero de 2013

Capítulo 24

Hola! (:

Siento un poco la tardanza por este capítulo >.< Hasta ahora he estado adelantando todos los deberes porque este fin de semana tengo que estudiar mucho y no creo que pueda subir algún capítulo. Creo. Seguramente lo pueda subir el domingo por la tarde sobre esta hora o mañana ^^ Bueno. No tengo nada más que deciros, así que os dejo aquí el capítulo 24. Espero que os guste y feliz fin de semana! :D


Capítulo 24: Peligro

Me quedo con el uniforme del campamento (que vine a casa con él puesto) ya que es bastante cómodo para moverse y me sirve mucho para moverme ágilmente. A Pegaso lo hemos cargado con una bolsa en su lado derecho, llena con un poco de comida y agua. Salimos a la calle, que sólo está iluminada por varias farolas y está silenciosa como una pecera. Pegaso y yo nos giramos hacia mi madre, que tiene los brazos cruzados sobre el pecho. No puedo evitar darle un fuerte abrazo, despidiéndome otra vez de ella. He estado poco tiempo en casa con ella, pero al menos, he estado con ella.
-Volveré, y sin probelmas.
-Tienes que tener cuidado-me avisa como siempre.-Pegaso, tienes que cuidarla de mi parte.
-Tranquila, lo hará-contesto de parte de mi fiel amigo.-Tenemos que irnos antes de que amanezca y de que el campamento se ponga otra vez activo-comento poniendo fin a la conversación y me monto sobre Pegaso.
Éste se da una vuelta para estabilizarse y mrra al cielo nocturno lleno de estrellas y varias nubes. Me despido por última vez de mi madre con la mano y el caballo alado alza el vuelo de forma rápida. Mejor, así mi pequeña despedida de nuevo no es más lastimera, porque tanto ella como yo, sabemos que voy a venir muy mal de estado mental.
Un movimiento peculiar y que me gusta de él, es que, cuando vuela mueve las patas como si estuviese corriendo por el suelo, pero que en verdad, está en el aire.

Estamos todo el camino callados. El vuelo es rápido. Me da por prgeuntar cómo está el campamento desde que me fui.
Todo está en orden. Las clases siguen su ritmo habitual y cuando los monitores me vieron, me metieron corriendo en el establo y pusieron un cristal para que no saltase por encima de la puerta-explica. También le pregunto si volvió Nina.-Cuando se enteró de que te expulsaron, gritó rápidamente un nombre que no escuché bien por culpa del cristal. Luego me enteré de que la castigaron por su comportamiento. Pero está bien.
Por el arco dorado... 
Creo que el señor Swits lo tiene en una urna de cristal en su despacho-me dice.
Y cómo no, pregunto por Jerome.
Nadie me entiende excepto tú, que me escuchas por telepatía. Dibujé como pude en el suelo una A y entendió rápidamente tú nombre: Annie. Cuando se lo conté con gran trabajo porque me resultó muy muy difícil, fue cuando me atraparon. Pero mientras me alejaban de él, se puso como un loco buscándote por el campamento. Luego, horas más tardes, unos descendientes que pasaron por a lado de mi establo, estuvieron hablando de que lo habían castigado también.
Ea. Todos salen mal. Por mi culpa.
Jerome... Nina... Los dos por preocuparse de mí. No tuve que conocerlos, a Nina sí porque es... bueno, mi compañera y una gran amiga. Pero de Jerome me tenía que haber olvidado. Por mi culpa están castigados. Tengo que volver al campamento, recuperar el arco como pueda y devolverlo. Después, recuperar el resto de objetos. 
En general: no tuve que veir al campamento.
Llegamos al campamento en unas cuatro horas de vuelo y parándonos tres veces a descansar veinte minutos. Nos detenemos delante de la puerta invisible de éste. Me pregunto cómo pudo escapar Pegaso. 
-Espera, no puedo entrar-le recuerdo.
Pero sí por el aire.
-Cierto.
Me monto de nuevo en Pegaso y alzamos de nuevo el vuelo y nos metemos por encima de la puerta y aterrizamos en la entrada del campamento. Nos paramos para escuchar si hay alguien merodeando cerca nuestra, pero todo está en silencio y sólo están encendiedas las luces de la gran cabaña y algunas antorchas. Le recuerdo a Pegaso que no podemos llamar la atención, no podemos llevarnos a nadie de aquí ni hablar con nadie y a ser posibles, que no nos vean muchos descendientes. Solos. No quiero poner en peligro a nadie más. 
Pegaso vuelve a su establo y me dice que cuando recuperase el arco, los buscase y me llevaría al Olimpo. Me dirijo con paso ligero a la gran cabaña. Me dentengo en la puerta y la abro despacio y sin hacer ruidos. Asomo la cabeza y veo a la secretaria, que como siempre está durmiendo detrás del mostrador de pie. Me pregunto si esta mujer duerme bien...
Miro por detrás mía para ver si alguien me ha visto, y al ver que no, entro. Cierro la puerta sin ruidos y me quito los zapatos para no hacer ruido y ando descalza (bueno, en calcetines) hasta la puerta del despacho del director. Pongo el oído en la puerta para ver si hay alguien dentro. Oigo unos ruidos sordos y despacios, con un ritmo peculiar. Debe de ser el hombre, que está durmiendo. Miro a la secretaria por última vez, que no se ha movido ni un milímetro y entro en el espacho, decidida.

Sé el peligro al que me expongo. Pero no tengo otra solución. Me quedo quieta tras cerrar la puerta y contemplo al director, que está recostado sobre su asiento durmiendo. Está despeinado y tiene la ropa arrugada. Busco desde mi sitio, sin moverme, la runa que me ha dicho Pegaso.
La encuentro. Está en una esquina metida en una urna de cristal, apoyada sobre una mesa de madera y está cerrada con llave (lo sé por el cerrojo que tiene).
Qué bien: a buscar la llave y eso añade algo de tiempo. 
Empiezo a buscar haciendo todo el menor ruido posible; por cajones, entre papeles... y al final, en más o menos media hora, caigo en la cuenta de que... Quizás... 
Miro al señor Swits y veo la llave. Está colgada de su cuello, atada con un hilo fino blanco. Si se la quito, se podría despertar, así que busco unas tijeras (que las encuentro en un cajón de su escritorio) y corto el fino hilo.l Al cortarlo, el director se mueve y se rasca la cabeza, pero sin abrir los ojos y sin despertarse. Agarro fuertemente la llave en mi puño y me acerco a la urna y meto la llave en la cerradura. Giro la llave y se abre la urna de cristal. Miro al director para comprobar que sigue dormido; y así es. Meto la mano dentro de la urna y saco el arco dorado, que pesa bastante.
Contemplo el arco dorado durante un rato y al final de hacerlo, cierro la puerta y pongo la llave encima de la mesa del escritorio. Da igual si se enteran que ha desparecido el arco... Yo estaré lejos del campamento y de mi casa y seguro que le preguntarán a mis padres, pero no creo que me delaten.
Salgo rápida y silenciosa del despacho y veo que la mujer sigue dormida. Salgo de la gran cabaña y me dirijo corriendo hacia mi antigua cabaña, donde Pegaso está metido dentro del establo.
-Vamos, lo tengo. Nos tenemos que ir, tenías razón...
-¡Descendientes! ¡Alguien ha robado el arco dorado! ¡El ladrón no debe de andar muy lejos! ¡Si lo encuentran, traedlo a la gran cabaña y seréis bien premiados! ¡Rapido, rápido!-me corta la voz del directo.
-¡Corre! No tenemos mucho tiempo, Pegaso-le grio alarmada.
Meto el arco dentro de la enorme bolsa y me monto sobre Pegaso. Antes de alzar de nuevo por cuarta o quinta vez, unas voces conocidas llegan a mis oídos.

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